Category Archives: Espanol

El Pais: ‘Dear Mandela’: retrato de la lucha por la dignidad en Sudáfrica

http://elpais.com/elpais/2015/02/18/planeta_futuro/1424275030_563723.html

Vanessa Ananya

Dear Mandela (2012) narra en una hora y media un pedazo de historia de uno de los movimientos de base más importantes de Sudáfrica: Abahlali baseMjondolo (‘habitantes de las chabolas’ en lengua zulú). Abahlali nació en 2005 en Durban (al este del país) con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las comunidades que viven en chabolas a través de la ocupación de terrenos vacíos para proporcionar un techo a los miembros de la comunidad, “exigiendo el valor social por encima del valor comercial de los terrenos urbanos” y de la resistencia a los desalojos que sufre la comunidad. Su razón de ser son los 20 millones de personas que viven en townships (zonas creadas durante el apartheid para la población negra y donde habitualmente no hay acceso a los servicios básicos) de los cuales tres millones y medio viven en asentamientos informales. Estos son constantemente demolidos y desalojados por el Gobierno de forma ilegal (de acuerdo con el artículo 26 de la Constitución), sin ofrecer una alternativa a las familias que se quedan sin techo. Todo un dejà vu. Continue reading

Diagonal: Sudáfrica, un largo camino hacia la libertad

https://www.diagonalperiodico.net/global/24730-sudafrica-largo-camino-hacia-la-libertad.html

Vanessa Anaya Villegas

“Remember Marikana”; así recuerdan, a golpe de espray, los muros y fachadas de varias ciudades sudafricanas aquel trágico 16 de agosto de 2012. La masacre de Marikana, cuando 36 mineros fueron asesinados por la policía durante una protesta por un salario digno, pone en evidencia a un país que presume de haber superado el régimen racista del apartheid. Pero Marikana no es un caso aislado. El pasado 29 de septiembre, Thuli Ndlovu, líder del movimiento comunitario Abahlali base­Mjondolo, fue asesinada a tiros en su propia casa de KwaNdengezi, una zona rural de Durban en la provincia de KwaZulu Natal. Ndlovu lideraba la lucha contra un proyecto de construcción de viviendas impuesta por las autoridades locales sin consulta previa y en detrimento de los vecinos de la comunidad rural de Kwa­Ndengezi. Por ello había sido amenazada en varias ocasiones por las autoridades locales. Amenazas que finalmente se cumplieron. Continue reading

¡Comunicemos!

John Holloway

Tiene que ser un verbo, ¿o no? Un sustantivo no puede expresar el tipo de sociedad que queremos. Un organizar social autodeterminante no puede ser contenido en un sustantivo. La noción de comunismo como sustantivo es un sinsentido peligrosamente autocontradictorio. Un sustantivo sugiere cierta fijación que sería incompatible con la constante autocreación colectiva. Un sustantivo excluye el sujeto activo, mientras que la razón de ser del mundo que queremos es que el sujeto social activo esté en el centro.

La nuestra es la revuelta de los verbos contra los sustantivos. Ésta es la revuelta del ser capaz de en contra del poder. El movimiento de la autodeterminación (o del comunizar) contra la determinación alienada difícilmente pueda existir de otra manera. La determinación alienada es la reclusión de nuestras vidas en coagulaciones, barreras, reglamentaciones, fronteras, hábitos. En otras palabras, dentro de formas sociales, que son los moldes en los que se rigidiza la acción humana.

Continue reading

Prohibida la organización para los pobres en Sudáfrica

La falta de investigación sobre la masacre de mineros y los asesinatos de habitantes de chabolas que exigen sus derechos, muestran que la democracia que disfruta la clase media no existe para los pobres.

Traducción: Clayton Conn

En Sudáfrica, todos los días se viven asesinatos de opositores, impunidad para los policías perpetradores y uso de golpeadores contra los colectivos organizados. Parece que la violencia política contra los pobres organizados de manera independiente se convirtió en aceptable para gran parte de la sociedad de clase media en Sudáfrica.

Pasó más de un año desde la masacre de Marikana en Sudáfrica (16 de agosto de 2012), cuando 34 mineros en huelga fueron asesinados bajo el fuego de la policía. La comisión creada por el gobierno para investigar los asesinatos hace lo que hacen las comisiones: trabaja muy lentamente. Si la verdad emerge o no ya es cuestionable, pero uno de los resultados del procedimiento dolorosamente lento es que los mineros detenidos y heridos ya no pueden pagar una representación legal.

La comisión trabaja sin ellos. Salió a la luz la semana pasada que la policía manipuló la información sistemáticamente, si no es que mintió claramente a la Comisión. Ésta se suspendió hasta el 15 de septiembre para investigar lo que un portavoz de la comisión llamó “una versión de los hechos en Marikana que no es la verdad”. “Hay más preguntas”, escribe Niren Tolsi, “acerca de la voluntad política y la decencia moral del gobierno de África del Sur y su fuerza policial para que la verdad emerja en la Comisión Farlam”.

La Constitución de Sudáfrica incluye algunos de los valores que surgieron de la lucha contra el apartheid y, a pesar de sus limitaciones, es considerada una de las más progresistas del mundo. Sin embargo, en la práctica, muchas personas no tienen acceso a la Constitución. Cuando intentan acceder a sus garantías, se vuelve claro que el gobierno y la policía están por encima de la ley, de la clase trabajadora y de los pobres. Sobre todo cuando se organizan fuera del gobernante Congreso Nacional Africano (CNA), están por debajo de la ley. Esta realidad, a menudo silenciada, recientemente se exhibió abiertamente en Cato Crest, un conjunto de chabolas a las afueras de Durban Mayville.

Desde el 12 de septiembre 2013, Abahlali baseMjondolo, un movimiento democrático, popular y participativo de habitantes de las chabolas, ganó una serie de prohibiciones en el Tribunal Superior de Durban por la que se detienen los desalojos ilegales de su asentamiento -las personas que enfrentan el desalojo ocuparon un nuevo pedazo de tierra, al que llamaron Marikana, después de ser desalojados ilegalmente de sus chozas por el municipio. Pero las amenazas de muerte llegaron en de la corte. Justo afuera de las puertas de la institución, los hombres del CNA, en un acto de intimidación y amenaza, mostraron sus armas. El mensaje fue claro: se “lidiará” con cualquier persona independientemente de las decisiones judiciales.

Las amenazas de la CNA local tienen que ser tomadas en serio. Dos activistas de la zona ya fueron asesinados por pistoleros. Las personas también han sido golpeadas por la policía y la Unidad de Invasiones de Tierras durante los desalojos y protestas.

El movimiento respondió a esta intimidación con una marcha hacia el palacio de gobernación, en Durban, bajo la bandera de la defensa de la dignidad y exigiendo tierra y la vivienda. La demostración fue precedida por una discusión política entre los 500 miembros de la rama juvenil de la organización. Cada sector que participó en la marcha tuvo sus propias reuniones para redactar su propio memorándum. La marcha se llevó a cabo el 16 de septiembre. Los medios de comunicación informaron de que miles de personas apoyaron la marcha. Fue una ocasión muy popular y alegre, que demostró concretamente el apoyo que el movimiento disfruta, a pesar de la represión en curso.

El tribunal ordenó a los abogados del municipio y del movimiento marcas los hogares que solicitaron la protección de la corte para que no sean desalojados. El proceso no se pudo realizar, porque en su camino se interpuso la Unidad de Invasiones de Tierras, que desalojó anteriormente y de manera ilegal a familias en siete ocasiones. Hicieron más amenazas de muerte.

Un mensaje de Abahlali señaló: “Fue imposible llevar a cabo el proceso según lo estipulado por la orden judicial debido a la intimidación y las amenazas de los partidarios del CNA, incluyendo amenazas de muerte abiertas y públicas. El Estado de derecho es socavado en cada ocasión. Nuestros abogados y líderes abandonaron la zona”.

Miembros de Abahlali sostienen, desde hace mucho tiempo, que la democracia que disfruta la clase media no existe para los pobres en Sudáfrica. Hubo un momento en que muchos intelectuales de clase media, a menudo obsesionados con la ley y la política en lugar de la realidad de la clase trabajadora y de los pobres, no tomaron en serio estas críticas. Pero estas ilusiones se desvanecieron con la Masacre de Marikana.

El asesinato de Nkululeko Gwala

Nkululeko Gwala, un activista comunitario de Cato Crest, era un miembro leal del CNA, una organización que él identificó con la liberación y pensó que nunca la dejaría. Gwala fue un activista de la comunidad y denunció que la distribución de vivienda en la zona era corrupta. Se prometieron nuevas casas a los miembros de la comunidad Cato Crest, pero cuando se las construyeron, se dio prioridad a los miembros del partido, hubo denuncias de corrupción y se excluyó a gente del proceso con base en su origen étnico. Los excluidos se quedaron sin hogar, pues sus chozas fueron demolidas.

Se advirtió a Gwala que no hiciera declaraciones públicas, pero él siguió hablando. Fue expulsado del CNA. Se unió a la organización de los habitantes de los asentamientos, Abahlali baseMjondolo, y continuó hablando y organizando. Supo que era peligroso, pero tuvo claro lo que estaba en juego: “Si dicen que soy culpable de liderar la protesta, entonces eso está bien, porque lo estoy haciendo por los derechos de las personas”. El 25 de junio de 2013, el municipio convocó a una reunión comunitaria en la que el presidente regional del CNA, Sibongiseni Dhlomo, dijo que Gwala era un alborotador y tenía que ser expulsado. La suerte estaba echada.

En los últimos años se produjo una rápida escalada de asesinatos políticos en Durban y la provincia de Kwa-Zulu-Natal. La mayoría son consecuencia de las rivalidades dentro del partido en el poder, pero la gente también se asesina a gente externa.

Un grupo de hombres armados asesinó al presidente de la Asociación Cato Crest Residencial, Thembinkosi Qumbelo. Gwala supo que su vida estaba en peligro. La noche de la reunión en que fue amenazado, le dispararon a Gwala 12 veces. Lo dejaron morir en el camino. Tenía 34 años de edad. El asesinato de Gwala, como el de Qumbelo, sigue sin resolverse. Los activistas que señalaron que tienen información no fueron entrevistados por la policía.

La lucha continúa

La intimidación y los desalojos continúan. El 21 de septiembre, otro activista, Nkosinathi Mngomezulu, recibió un disparo, esta vez por la Unidad de Invasiones de Tierras, y quedó en estado crítico. El 22 de septiembre, activistas de Abahlali baseMjondolo de todas partes de Durban se reunieron en Cato Crest con sus camisetas rojas para afirmar su rechazo a someterse a la violencia y la intimidación por parte del Estado y el partido gobernante.

Parece que la violencia política contra los pobres organizados de manera independiente se convirtió en aceptable para gran parte de la sociedad de clase media en Sudáfrica. El silencio de la mayor parte de la sociedad civil y medios de comunicación es ensordecedor.

Publicado el 14 de octubre de 2013

http://desinformemonos.org/2013/10/prohibida-la-organizacion-para-los-pobres-en-sudafrica/

Continue reading

Diagonal: “El valor social de la tierra es lo prioritario”

http://www.diagonalperiodico.net/global/valor-social-la-tierra-es-lo-prioritario.html

“El valor social de la tierra es lo prioritario”

Desde 2005, el movimiento de asentamientos chabolistas es uno de los principales actores políticos en Sudáfrica.

Diego Sanz Paratcha

Un corte de carretera en 2005 fue la tarjeta de presentación de uno de los mayores movimientos sociales del África actual: Abahlali baseMjondolo, el movimiento de los ‘shack dwellers’ o habitantes de los poblados de chabolas que han seguido proliferando en la Sudáfrica post-Apartheid. Richard Pithouse, profesor de política en la Universidad de Rhodes, participa activamente en el movimiento y vino invitado por el Observatorio Metropolitano de Madrid para explicar sus claves.

En su exposición, y en la entrevista posterior, el profesor Richard Pithouse aclara que la situación de los 35 asentamientos chabolistas (“shack settlements”) de Durban donde arraigó primero el movimiento no es algo excepcional en las ciudades del Sur global. “Estos asentamientos han permitido una serie de experimentos políticos insurgentes en lugares como Haití, Venezuela y Bolivia”, explica. En el caso de Sudáfrica, los poblados informales serían para Pithouse “el lugar central” para la política desde al menos la mitad de la pasada década.

El movimiento ha convertido los desalojos en la clave central de su discurso fuertemente comunitario: “Las autoridades tiran las casas para revalorizar la tierra, y el movimiento lo que dice es que el valor social de la tierra debe prevalecer”, resume Pithouse, para quien la insistencia de los chabolistas en permanecer donde actualmente residen supone una “gran ruptura”.

Según indica el profesor, las bases de Abahlali son “étnicamente diversas” y representativas de la compleja historia colonial del país: descendientes de los hindús “trasplantados” por la colonización británica se juntan con emigrantes actuales procedentes de otros países africanos. Su defensa del territorio frente a la alternativa del realojo no es por lo tanto identitaria. “Permancer cerca de los núcleos urbanos donde se accede a los trabajos y a la formación es elemental para la gente que vive en los asentamientos”, enfatiza Pithouse. Uno de los últimos casos de conflictos por los realojos llegó a los tribunales y resultó el 19 de septiembre en una sentencia favorable a 37 hogares pobres que estaban realojados en un poblado temporal.

“Claro que con el Apartheid también existían estos asentamientos, pero el Congreso Nacional Africano (CNA) no se los tomaba en serio como espacio de intervención y decidió dejarlos para las ONG y la policía”, es una de las respuestas de Pithouse cuando se le pregunta por la hostilidad del movimiento con el CNA, el partido que protagonizó institucionalmente la lucha contra el Apartheid. “Para el CNA y el Gobierno somos un movimiento antinacional”, se queja Pithouse.

“Hay que entender que el CNA fue desde el principio un partido de élites”, explica Pithouse. “Lo que ocurriera en los sectores más pobres realmente no les importaba, y desde que gobiernan se han apoyado en las élites internacionales”, indica.

Autonomía frente al CNA

La composición de clase de los asentamientos, marcada por el trabajo informal y la precariedad, tampoco ha resultado llamativa para los aliados del CNA, el Partido Comunista Sudafricano y la Confederación de Sindicatos. Ante la frecuente represión (con disparos y muertes de activistas incluidas, si bien en los últimos años se ha suavizado), “ha sido más fuerte el apoyo de sectores de la Iglesia, como el arzobispo anglicano de Durban, que el de la clase media de izquierdas”.

De hecho, el movimiento identifica a este sector social no con unos compañeros de viaje equivocados, sino como parte de la clase política y de la estructura de las ONG contra los que mantienen un discurso de radical autonomía. Que la composición social de Abahlali es otra queda patente en sus estatutos: la cuota para pertenecer formalmente al movimiento es de un euro al año, una cantidad que ingresan unas 10.000 personas de un total de 25.000 afiliados.