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6 August 2010

Condenados de por vida a los asentamientos precarios

http://eng.habitants.org/news/inhabitants_of_africa/south_africa_serving_our_life_sentence_in_the_shacks/%28language%29/esl-MX

Condenados de por vida a los asentamientos precarios

En toda Sudáfrica, la gente nos pregunta a los líderes de Abahlali baseMjondolo por qué motivo el gobierno sigue ignorando las demandas de los habitantes de los asentamientos precarios. La gente se pregunta por qué, después de tantas marchas, declaraciones, informes y reuniones, no se ha dado solución a los interminables incendios que están destruyendo el asentamiento Kennedy Road.

En particular, las preguntas se refieren al reciente incendio ocurrido el domingo 4 de julio de 2010, en el asentamiento Kennedy Road, que causó la muerte de cuatro personas y dejó a otras tres mil personas desplazadas y sin techo.

Sin hallar demasiadas palabras para explicar esta continua tragedia, les hemos respondido que, en la práctica, los habitantes de los asentamientos de Sudáfrica están purgando una cadena perpetua. Todo el mundo sabe que nosotros, los habitantes de estos asentamientos, no somos tenidos en cuenta por la sociedad sudafricana. Lo cierto es que la situación que enfrentamos es la de estar sentenciados a una exclusión permanente de esta sociedad.

A lo largo de los años, nos hicieron saber que las ciudades no son para nosotros, que las buenas escuelas tampoco lo son y, más aún, que nuestras necesidades básicas más elementales –como baños, electricidad, y protección contra el riesgo de incendios y la inseguridad– jamás serán satisfechas. Cuando protestamos, nos contestan que nuestras demandas son disparatadas, demasiado exigentes e, incluso, una amenaza para el resto de la sociedad. Si la sociedad nos considerara miembros con iguales derechos, quedaría claro que la verdadera amenaza es que tengamos que vivir indignamente, en el lodo y bajo la amenaza del fuego, sin baños, ni electricidad, ni agua corriente.

Esperar las ‘dádivas’ del gobierno no va a liberarnos de la condena en que vivimos. En ocasiones, las ‘dádivas’ no llegan. Y, cuando lo hacen, suelen empeorar la situación porque el gobierno nos obliga a trasladarnos a sus asentamientos, que son más precarios que los que hemos construido por nuestros propios medios y, además, están ubicados muy lejos de las ciudades, como si se trataran de vertederos humanos. Así planteadas, las ‘dádivas’ del Estado constituyen un modo de formalizar nuestra exclusión de la sociedad.

Pero no sólo fuimos condenados a la exclusión física y permanente de la sociedad, sus ciudades y sus escuelas, y privados de los servicios eléctricos, la recolección de residuos y los sistemas de desagüe y alcantarillado. Nuestra condena también nos ha eliminado de las discusiones que tienen lugar en la sociedad. Todo el mundo sabe que sufrimos la represión del Estado y ahora, también, del partido gobernante. Todo el mundo sabe que por años sufrimos arrestos y golpizas a manos de la policía y también saben del ataque que nuestro movimiento sufrió en el asentamiento Kennedy Road.

Siempre sostuvimos que, a los ojos del Estado y del partido gobernante, nuestro verdadero crimen es haber organizado y movilizado a los pobres sin que pudieran controlarnos. Hemos pensado por nosotros mismos, discutido los asuntos importantes entre nosotros, y tomado nuestras propias decisiones en todo aquello que nos afecta directamente. Hemos pedido al Estado que nos incluya en la sociedad y nos proporcione lo que necesitamos para llevar una vida digna y segura. También hemos dado lo que estuvo a nuestro alcance para hacer de cada una de nuestras comunidades un lugar digno de la vida humana. Hemos creado guarderías infantiles, organizado campañas de saneamiento, conectado las redes de agua y electricidad, tratado de garantizar la seguridad y trabajado muy duro para unir a toda nuestra gente más allá de cualquier diferencia. Hemos enfrentado muchos desafíos pero siempre nos aseguramos de tratar al otro con respecto y dignidad.

La auto organización de los pobres, es decir, la organización de los pobres para los pobres, ha dejado sin trabajo a todos aquellos que supuestamente deberían haber pensado, discutido y tomado decisiones en nuestro nombre, por nosotros pero sin nosotros. Nuestra decisión de construir nuestro futuro quizás no resulte fácil de aceptar para quienes, de ahora en más, deberán abstenerse de tomar nuestras decisiones o hablar en nuestro nombre sin consultarnos. Algunos de los que se negaron a aceptar nuestra demanda de que, quienes se dicen defensores de los pobres, deben actuar junto a ellos y no a sus espaldas, forman parte del Estado. Otros están en el partido de gobierno. Y otros, en esa parte de la izquierda, a menudo en las universidades y las ONG, quienes se ven a sí mismos como una élite más progresista que los representantes del partido y el Estado, y que esperan ocupar un lugar para hablar de nuestro sufrimiento y de nuestras luchas.

Para nosotros, ésta es una izquierda retrógrada. Para nosotros, toda izquierda que esté por fuera del Estado pero que, como el partido gobernante, busque seguidores en vez de compañeros, y esté dispuesta a arruinar cualquier intento político que no pueda controlar, es una izquierda profundamente retrógrada. Resistimos y seguiremos resistiendo siempre sus intentos de comprar nuestra lealtad del mismo modo en que resistimos y seguiremos resistiendo los idénticos intentos del Estado y el partido gobernante. También resistiremos sus intimidaciones para que renunciemos a nuestra autonomía. Defenderemos a nuestros compañeros de cualquier ataque. Nuestro movimiento será siempre un movimiento de todos sus miembros. Nos sentaremos a negociar muchos asuntos y aceptaremos, de ser necesario, ciertos compromisos que nos permitan seguir adelante. Pero nuestra autonomía jamás será negociada.

Hicimos muchas cosas por nosotros y para nosotros, pero por mucho tiempo, fracasamos en nuestro intento de garantizarnos un suelo seguro y viviendas dignas en nuestras ciudades. Pudimos impedir los desalojos y no retrocedimos ni un paso en nuestros logros, pero la lucha más dura es la de seguir adelante. No obstante, seguimos logrando pequeños avances aquí y allá. Y, con ello, hemos molestado mucho a las autoridades del partido. Así lo demostró claramente el gobierno provincial de KwaZulu-Natal al sancionar la nefasta Ley de Asentamientos, que dictamina que los residentes de los asentamientos no tendremos nunca un lugar en las ciudades. Nuestra exitosa impugnación de la Ley de Asentamientos ante la Corte Suprema de Justicia significó un gran tropiezo para los planes del gobierno de formalizar nuestra condena perpetua, erradicando nuestros asentamientos e instalándonos en vertederos humanos aislados. El trato que hicimos con el municipio de eThekwini para remozar dos asentamientos y proveer de servicios básicos a otros catorce significó un nuevo escollo para los planes de erradicación de nuestros políticos. El reciente anuncio del municipio de eThekwini de que accederán a nuestras demandas de servicios para los asentamientos de la ciudad, entre los que, por primera vez desde 2001, se incluirá el abastecimiento de electricidad, es otra victoria de nuestra lucha y una importantísima derrota para el gobierno. La derrota de los planes de erradicación es lenta, pero segura.

Mientras se jugaba la Copa del Mundo en Sudáfrica, Abahlali advirtió que esto no traería ningún beneficio para los pobres de nuestro país. Avisamos que esto sólo los haría todavía más pobres y más vulnerables. En el camino a la Copa del Mundo aumentaron los desalojos y los casos judiciales pendientes en diferentes partes del país. A los vendedores ambulantes se les confiscaron sus mercaderías porque no tenían permiso de vender en zonas restringidas y a los taxistas y compañías de taxis se les incautaron sus unidades. Cuestionar el entusiasmo por la celebración de la Copa del Mundo, planteando estas preguntas y calificando los ataques a los más pobres de inmorales e ilegítimos, ha sido una bofetada para las autoridades. Aunque los enormes estadios de fútbol, los lujosos hoteles y otros proyectos fueron construidos por los más pobres, los beneficios han ido a parar a otras manos. El gobierno sudafricano gasto más de lo que su presupuesto decía, al construir un ‘país de clase mundial’ y ahora no dispone de los fondos necesarios para satisfacer las demandas sociales de viviendas y servicios básicos adecuados. Con la suma invertida en el Campeonato mundial de fútbol se podrían haber construido al menos un millón de viviendas para los pobres. Si bien reconocemos los esfuerzos realizados para llevar a cabo el evento, seguimos insistiendo en que dicho esfuerzo podría haberse utilizado para proveer de infraestructuras y servicios básicos a los más pobres. De haber sido así, los habitantes de los asentamientos no estarían permanentemente expuestos al riesgo de estos incendios accidentales.

La verdad sobre el ataque a nuestro movimiento es siempre la misma. No podemos hacer comentarios públicos sobre asuntos que están en manos de la justicia, pero insistimos en que se designe una comisión investigadora independiente que aclare esta historia. Los cinco de Kennedy Road (quienes son sólo una parte de los muchos que cumplen condenas de por vida dentro y fuera de las cárceles) han sido liberados de la prisión de Westville. Los cinco han cumplido diez meses de encarcelamiento sin que nadie haya presentado pruebas de su culpabilidad, y sin que la corte se haya pronunciado acerca de sus detenciones ilegales. La Constitución de Sudáfrica establece que no puede haber castigo sin juicio y que una persona no puede ser detenida por más de 24 horas sin la correspondiente audiencia de fianza. Hasta la liberación de los cinco de Kennedy, este juicio fue tratado como un juicio político, sin tener en cuenta los principios del derecho, pese a llevarse a cabo en un tribunal de justicia: este hecho nos revela cuál es la verdadera posición de los pobres en la Sudáfrica postapartheid. Aquellos que nos impusieron esta condena, también nos niegan un acceso justo e igualitario a los tribunales y una igualitaria aplicación de los principios del derecho. Cuando no pueden lograr estetratando al sistema legal como una mercancía, se muestran más que dispuestos a socavar el sistema desde arriba.

Nuestro movimiento insiste en que, tal como lo establece la famosa Carta de la Libertad, es el pueblo el que gobierna. Abahlali comparte lo establecido en dicha Carta. La fuerza y la autonomía del movimiento nos obligan a luchar por un mundo justo, un mundo libre, un mundo decente y un mundo que cuide de todas sus creaciones. Seguimos convencidos de que la tierra y las riquezas de este mundo deben ser compartidas de manera justa y equitativa. Seguimos convencidos de que cada persona de este mundo tiene derecho a participar de todas las discusiones y decisiones relacionadas con su futuro. Para nosotros, el éxito depende de que seamos humildes, pero también consistentes en que nuestras creencias son justas y correctas. Debemos resistir a nuestros carceleros, ya sean del Estado, del partido o de la izquierda retrógrada, y ocupar nuestros lugares por igual en todas las discusiones y en todos los ámbitos.

Sabemos también que el gobierno sudafricano sigue interesado en dar una buena impresión a la comunidad internacional y que los atemoriza la vergüenza y el escándalo. Quieren mostrar al mundo la Ciudad del Fútbol y, al mismo tiempo, esconder otras realidades, como eTwatwa, Blikkiesdorp (“el pueblo de metal”, en afrikaans), la prisión de Westville, la guardia de los “Red Ants” y los incendios de los asentamientos en todo el país. Queremos agradecer a los activistas y organizaciones internacionales que han manifestado su preocupación por la represión de la que somos víctimas, incluidos todos aquellos que han organizado protestas contra las embajadas de Sudáfrica en sus respectivos países.

Esperamos que Sudáfrica se convierta algún día en uno de los países humanitarios del mundo. Esperamos que algún día nuestra sociedad sea un ejemplo a imitar y no a evitar. Los que conformamos Abahlali estamos comprometidos con estos objetivos. Pero, de momento, estamos condenados a un encarcelamiento perpetuo y a una lucha permanente contra quienes quieren mantenernos en la pobreza, contra quienes se creen con el poder de decirnos cuál es nuestro lugar y nos niegan un lugar en las ciudades y en las discusiones. Nos reconocemos como parte de la humanidad y sabemos del poder de nuestra lucha para lograr que los otros nos reconozcan como tales. Por lo tanto, nunca nos resignaremos al lugar en que nos han colocado y seguiremos nuestra lucha con la misma determinación de siempre.

Redactado por Zodwa Nsibande y S’bu Zikode -Abahlali baseMjondolo Movement SA.